"I hate you, I dont like you.
Not, not, It´s not true. I like you. I really like you, I like you so much."
Estuve esperándole durante horas, sentada frente al hotel Park-inn. No dejaba de mirar a todos lados, no sabía por dónde ni cómo vendría: en bici, andando, solo o acompañado... Mientras esperaba me entretuve viendo como unos locos y adinerados de la vida pagaban sesenta y nueve euros por tirarse desde la fachada del hotel atados a un cable. Mientras, yo seguía esperando sin saber porqué no aparecía.
¿Conoceis esta sensación que tienes a veces cuando despiertas y has soñando algo tan sumamente real que das por hecho que ha sucedido de verdad? Durante unos instantes, hasta que te das cuenta de que simplemente lo has soñado, sientes una efímera felicidad tan etérea como el propio sueño. Hubo varios momentos durante mi viaje en los que esa sensación se adueñó de mis tripas, agitándolas y dándoles sacudidas. No sé por qué, pero algún tipo de karma raro me decía que estaba en el lugar adecuado. Berlín ha atado una parte de mí como el muro ató una parte de la historia.
Y el caso es que cuando me cansé de esperar me di cuenta de que todo había sido un sencillo y estúpido error por mi parte. Me tocó esperar de nuevo ,un par de días después, delante del hotel Ritz, pero solo fueron unos minutos. Potsdammer Platz brillaba de rosa y la luz crepuscular bañaba el Tiegarten.
Hacía frío, pero solo un poco. Por eso aún sigo sin entender cómo los dos estábamos tan, tan helados.
Y esta es la historia de cómo me picaron dieciocho pulgas, o una pulga dieciocho veces.
(actualizaciones que tenía por casa, pendientes de subir)
Echo de menos Berlín
De lo mejor que has publicado, sin duda.
ResponderEliminarMe has quedado sin palabras, y mira que es difícil.
Vayaaa :)
ResponderEliminarDanke schön